domingo, 15 de mayo de 2016

Un año perdido

La tierra tiembla con violencia, las recientes grietas se abren cada vez más y el techo no tardará en caer sobre nosotros. Perdemos nuestro habitual sentido de la orientación y tenemos que actuar de forma rápida y precisa si queremos sobrevivir. Poco importa que las decisiones sean las más acertadas, pues lo único que cuenta es seguir respirando. Si llevo más de seis años viviendo en el extranjero es porque me he adaptado a cada situación que he encontrado, recuperando el equilibrio tras las sucesivas embestidas de la vida. Así que cuando veo la situación política en España, donde ningún partido ha mostrado la flexibilidad suficiente ni ha querido adaptarse a un nuevo contexto, no puedo evitar pensar que con esa actitud no habrían durado ni un mes en el extranjero.

Existe un equilibrio entre la defensa de los propios intereses y la adaptación al entorno. En ese terreno neutral se encuentran las claves que explican muchas cosas en esta vida. La evolución de cualquier especie animal, el avance de una sociedad o el éxito profesional y personal dependen de ese delicado pacto entre el mundo exterior y el interior que debe ser continuamente renovado. Yin y yang. El control de toda fuerza contraria a nosotros es un principio tan importante, que me pregunto para qué sirve avanzar con la rigidez por bandera, además de para estrellarse contra un muro. En nuestro caso, ese muro se ha transformado en unas elecciones generales y los partidos políticos se han convertido en una pasta tan rígida, que al querer darle una nueva forma, se ha roto.

En el artículo que escribí antes de las elecciones del 20D ("elegir") dije que el panorama de la política española me parecía más esperanzador que el de la francesa. Pensaba que el fin del bipartidismo traería un poco de luz a una clase política demasiado oscura. Sin embargo, las nuevas caras no han aportado la frescura que prometían y las ya conocidas se han refugiado en discursos rancios que no van a ninguna parte. He buscado algo de consuelo en mi país anfitrión, pero me he encontrado con un panorama inesperado: el gobierno acaba de evitar una moción de censura tras haber aprobado por decreto una discutida reforma laboral que no gozaba del consenso de la Asamblea Nacional. Si buscamos diálogo, no será en Francia donde lo encontraremos.

De vuelta al sur de los pirineos, la última legislatura se ha convertido en un bochornoso espectáculo que ha costado demasiado caro a los ya saqueados bolsillos de los españoles. Tal vez la raíz del problema esté en la forma en que nuestros políticos son elegidos. Siempre me he preguntado por qué el Estado me ha obligado a estudiar una carrera de cinco años para ser arquitecto mientras que para ser presidente del gobierno no hace falta una formación específica. Dejamos nuestro país en manos de gente a menudo inculta y oportunista cuyo único mérito es convencer a los electores con discursos vacíos, para luego quejarnos de que sean corruptos y se enriquezcan a nuestra costa. Y así, aunque los partidos se renueven, todos vienen con el mismo defecto de fábrica, que ya detectamos en gobiernos anteriores y que debemos corregir. Se reparten carteras ministeriales como chavales que en un patio de colegio deciden quién jugará de delantero. ¿Para cuándo un sistema que otorgue tan importantes competencias a quien realmente esté capacitado para afrontarlas?

Y no olvidemos la imposibilidad de abandonar ese callejón sin salida del "estás conmigo o contra mí", esos ibéricos genes que han condicionado tanto nuestra historia y parecen habernos condenado de antemano. En esa dicotomía, los partidos políticos están más preocupados en arremeter contra sus enemigos, en vetar al contrario, que en dar razones para que les sigan. Se trata de un contexto incompatible con la proposición de ideas para construir un mañana mejor o simplemente (bajaré mis expectativas al ver que nuestros políticos no dan para tanto) menos oscuro que el presente. Y así llegamos a unas nuevas elecciones, con lo puesto, sin una muda que refresque un poco. Tal vez sea lo más triste de todo: que nos obliguen a votar a los mismos del 20D, ese desfile de rostros derrotados sin haber entablado batalla. Los resultados serán similares, salvo que habremos perdido un año por el camino que, visto el estado del país, parece una eternidad: en julio empezarán a analizar la situación, en agosto se irán de vacaciones y de septiembre a diciembre, no esperemos que lleguen tan rápido a un acuerdo. Así que si creen que les voy a volver a votar por culpa de su incompetencia, que esperen sentados o se vayan de vacaciones a Panamá. Lo que más les guste.

Lyon, 19/03/2013

Siempre están ahí, pero sólo la luz adecuada muestra los hilos de los que pendemos y que, sin reconocerlo, dirigen nuestras vidas.

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