Proyectamos sobre el
mundo lo que queremos ver, imaginamos que los demás nos tratan como
nos gustaría ser tratados y creemos que la vida nos devuelve lo que
nosotros le entregamos. Desgraciadamente la realidad difiere de
nuestros sueños y tal vez sea mejor así. Nos enfrentamos cada día
a una nueva batalla en la que pocas cosas salen como habíamos
previsto. Dejando atrás la decepción inicial, no nos queda otra
opción que luchar y demostrar a la vida que nuestra capacidad de
adaptación es mucho más fuerte que todo obstáculo que el azar
pueda poner en nuestro camino.
Los telediarios son una
ventana abierta a un mundo cambiante, el baluarte donde observar la
vida, las diarias decepciones y sorpresas que ésta nos prepara. En
la era de internet la información es instantánea, pero también nos
satura con ininterrumpidas alertas en el móvil o emails con
resúmenes que casi nunca son leídos. Así que yo me quedo con los
telediarios. Desde que vivo en Francia los sigo siempre que puedo, a
las ocho de la tarde, pues el resto de Europa se mueve una o dos
horas antes que nuestro país, aunque los relojes no lo reflejen.
Bueno, más bien seguía las noticias francesas, pues tras demasiadas
decepciones ya he visto mi último telediario.
Les enfants de la patrie
tienen mucho que aprender de los noticiarios españoles y nunca oirán
que destaquen por una información rigurosa y completa. Mención
aparte merecen las emisiones especiales, que son bastante exhaustivas
(sin ir más lejos la cobertura de los atentados de París fue
excepcional, como no podía ser de otra manera). Por regla general
los telediarios suelen dedicar unos escasos minutos a la actualidad
del día para pasar a noticias que no tienen nada que ver con una
información de actualidad. La crónica internacional brilla por su
ausencia y sólo aparece brevemente cuando no se puede obviar, como
la crisis de los refugiados o los problemas de Grecia. Así, tras los
limitados primeros minutos de "interés general", veo
sorprendido que aparecen crónicas de pueblos perdidos de la Francia
profunda o reportajes que no tienen nada que ver con la esencia de un
telediario y que ocupan la mayor parte de la emisión.
Como ejemplo, un día se
dedicaron a hablar de personas que sólo compran productos "light".
Llegaron a la conclusión de que se trata únicamente de una
estrategia comercial (como ya sabíamos) y que ciertos productos son
incluso peligrosos para la salud. Para justificarse, la "noticia"
incluía un desfile de personajes inclasificables que habían
convertido el consumo exclusivo de productos "light" en una
dudosa forma de vida. Hay que reconocer que algunos reportajes son
interesantes, pero quedarían mejor en cualquier programa de
actualidad. Además, en los noticiarios franceses no hay espacio para
la información deportiva. Rien de rien. Sin embargo, esta carencia
me importa menos, pues está bien descansar de noticias españolas
que van más allá de la enumeración de resultados deportivos para
crear un periodismo que no queda muy lejos de la prensa del corazón.
Lo que para mí empezó
como una simple decepción hacia los telediarios franceses acabó
convirtiéndose en una gran indignación, pues en este país pagamos
150 euros anuales de "contribución al audiovisual público".
Es decir, un impuesto obligatorio para todos los hogares que cuentan
con una tele. En este contexto resulta inevitable preguntarse si se
trata de un fenómeno de desinformación orquestado por el siempre
chovinista gobierno francés, interesado en vender un mundo feliz sin
excesivas preocupaciones. Para estar informado de lo que pasa en el
extranjero, mis amigos franceses sólo han podido recomendarme una
cadena de noticias 24 horas o abonarme a "le courrier
international", una publicación muy interesante que traduce al
francés una notable selección de artículos de prensa de cualquier
país del mundo.
A pesar de todo, el otro
día decidí darles otra oportunidad y cambiar de canal para ver si
los periodistas franceses se habían puesto las pilas, pero me
encontré con un reportaje sobre individuos que sólo compran
productos de oferta en los supermercados (en cantidades industriales,
además), presentando el tema como una nueva e importante patología
a tratar. Así que mientras una mujer mostraba orgullosa su despensa
con suficientes provisiones como para aguantar una guerra, yo me
preguntaba lo que en esos momentos estaría pasando en Siria. Como
decía, mi último telediario.