domingo, 18 de noviembre de 2018

6 + 3 años lejos

Tarde o temprano llega el momento de recapitular. De mirar atrás y analizar el camino recorrido. De rendir cuentas, si se da el caso, y establecer la nueva estrategia que dirigirá nuestros próximos pasos. Solemos hacerlo al final de una etapa importante, durante fechas de obligado paso, que nos marcan aun cuando no queremos admitirlo y suelen ser motivo de alegría. En mi caso la fiesta es doble: cumplo tres años de blog y nueve de vida en el extranjero, sin saber cuál de los dos aniversarios hace que el tiempo pase más rápido. 

Sin estas recurrentes celebraciones, nos costaría medir el paso del tiempo. Unas veces son esperadas y otras nos hacen sentir tanto vértigo que deseamos que pasen lo antes posible. Aparte de las clásicas efemérides, ciertos guiños de la vida nos transportan con facilidad a otro tiempo. Son fugaces instantes que nos resultan familiares (un gesto, un olor o una forma de ver las cosas) y abren viejas cicatrices, permitiéndonos mirar a través de ellas para descubrirnos a nosotros mismos en otro momento y otro lugar. La distancia desaparece en cuestión de segundos y conseguimos analizar con ojo crítico lo que no pudimos hacer en su día. 

Dentro de doce meses cumpliré una década viviendo lejos y empiezo a notar un extraño cosquilleo. Si durante esta etapa he redefinido conceptos que creía conocer, como distancia, ausencia o patria, todavía me quedan definiciones por reescribir. La llegada de los dos dígitos se aventura distinta a cualquier otro cumpleaños, como si se cerraran puertas que ya nunca volverán a abrirse. Pase lo que pase, seguiré viviendo como lo he hecho desde que llegué a Francia, sin hacer planes más allá de los próximos tres meses. Porque la experiencia me ha enseñado que la vida se estructura siguiendo múltiplos de tres: la beca con la que llegué a Francia duró tres meses, me la prolongaron otros tres, mi primer contrato fue de seis meses y el segundo tuvo la misma duración. En el ámbito personal, me casé después de tres años de noviazgo y cuando nació mi hijo (todos sabemos que un embarazo dura nueve meses) seguí constatando que los grandes cambios se producen en múltiplos de tres. Así que, sin ser supersticioso, los aniversarios que ahora celebro (tres y nueve) parecen más especiales que de costumbre. 

Durante los últimos nueve más tres meses (curiosamente un año se divide en múltiplos de tres) ciertas cosas han cambiado en este blog, fiel reflejo de mi vida cotidiana. Cuando la maquinaria empieza a chirriar y amenaza con estallar en el momento menos pensado, hay que hacer una pausa. Los compromisos profesionales y personales me obligaron a parar, coger aliento y ver las cosas desde otra perspectiva: abrir espacios para que la intuición recuperara el terreno que había perdido. Ese descanso me sirvió para reconocer lo que realmente me importaba y confirmar que necesitaba seguir escribiendo, aunque fuera de otra manera. Si antes de ese paréntesis publicaba una entrada por semana en este blog, a partir de ahora lo haré una vez al mes. Siempre que pueda compaginarlo con mi cada vez más escaso tiempo libre. 

Además, este periodo de reflexión me ha permitido crear un nuevo blog. Se llama “Cuaderno francés” y se encuentra en la web literaria Zenda. A pesar de que su leitmotiv es el mismo que el de “Todavía lejos” (contar anécdotas, descubrimientos o reflexiones de mi vida en Francia), lo abordo desde otra perspectiva. La literatura constituye un digno telón de fondo y se convierte en el hilo conductor que teje nuevas historias y dirige mis dedos cuando me abalanzo sobre el teclado. Para mí es todo un honor disponer de un pequeño espacio en Zenda, ese vasto territorio donde nos encontramos autores noveles, escritores consagrados, lectores ávidos y editores, con el único objetivo de leer y ser leídos, de compartir nuestra pasión a través de artículos, entrevistas, cuentos, poesías, fragmentos de libros, blogs, comentarios... Un afable lugar en donde escribiré cada tres semanas.  

A partir de ahora alternaré las publicaciones de “Cuaderno francés” con las de “Todavía lejos”, la personal vitrina que acoge cuanto pasa por mi cabeza, donde me dejo llevar por la intuición recuperada durante la larga pausa de este año. El ritmo ha cambiado, pero sigo conservando las ganas de quien se sentó hace tres años para escribir historias que suceden lejos de su país natal. En una tierra que no es ni mejor, ni peor que la suya, sino simplemente el lugar adonde le han llevado las circunstancias. Tan válido como cualquier otro para mirar la vida a los ojos.