domingo, 22 de mayo de 2016

Tiempo ganado

Pasa invisible a nuestros ojos, a veces intuimos su presencia y sólo lo valoramos cuando ya lo hemos perdido, cuando no es suficiente para lo que necesitamos o cuando no nos queda mucho. El tiempo es la estructura de nuestras vidas y, si falla, las derrumba sin remedio. Por eso morimos un poco cada vez que pasamos demasiado tiempo en el trabajo, cuando dejamos escapar preciados instantes para disfrutar de los nuestros y ver la vida con los ojos abiertos. Recibiremos dinero a cambio, pero ¿de qué sirve sino para seguir el tirano dictado de la sociedad? Acabaremos gastando esa moneda de cambio y las horas perdidas nunca nos serán devueltas. Sin embargo, con el tiempo en nuestros bolsillos podemos hacer todo lo que nos propongamos. Por eso esbozamos una sonrisa con cada pequeño día ganado, con cada puente o día festivo que habíamos olvidado, pero cuya presencia nos aporta la energía de quien es capaz de cualquier cosa si tiene tiempo para ello.

De vez en cuando conviene que alguien nos recuerde que trabajamos para vivir. En Francia todos esperan con impaciencia la llegada del mes de mayo, el más agraciado, el que cuenta con cuatro días festivos que se aprovechan con la ilusión de quien recibe un cheque en blanco. Al día del trabajo, por todos conocido, añadiremos la fiesta de la Victoria, que cada ocho de mayo conmemora el fin de la segunda guerra mundial, el jueves de la Ascensión (treinta y nueve días tras la Pascua de resurrección) y el lunes de Pentecostés (el día siguiente al séptimo domingo después de Pascua). Estos dos últimos cambian cada año, así que varias combinaciones son posibles e igual podemos tener un día festivo por semana que dos seguidos o separados por poco. En lo que al trabajo se refiere, es fácil deducir que este mes no es muy productivo y todo el mundo lo considera de antemano. Cualquiera aprovecha para coger una semana o dos de vacaciones y hacer alguna escapada, así que resulta inútil programar una reunión importante o pensar que un proyecto o una obra vayan a avanzar mucho, como si de una especie de mes de agosto se tratara.

Cuando pasé mi primer mayo en Francia, se me quedó cara de tonto por dos simples razones. La primera es que al no estar prevenido, no pude programar unas vacaciones o aprovechar para hacer como mínimo un puente. La segunda es que no entendí cómo en España, un país con fama de católico (aunque no sea así, basta con preguntar a cualquier extranjero para ver nuestra imagen desde fuera), no sean festivos ni el jueves de la Ascensión ni el lunes de Pentecostés. Pocos franceses recordarán el significado de estos días, pero ninguno irá a trabajar, aun cuando su país esté considerado como uno de los menos religiosos del mundo y el setenta por ciento de la población declare no identificarse con ninguna creencia. Dicho sea de paso, el lunes de Pentecostés es considerado como una curiosa "jornada de solidaridad". Tras el episodio de canícula que asoló Francia en 2003, cuando el calor se llevó por delante a muchos ancianos, se decidió donar el sueldo correspondiente a ese día a las personas mayores. Pero en la práctica muchas empresas deciden mantener el día festivo y pagar la jornada de solidaridad de su propio bolsillo.

Luego está la otra cara de la moneda, una simple regla capaz de enfriar al más avispado: si el día festivo cae en fin de semana, no hay fiesta que valga. No pasa como en muchas Comunidades Autónomas españolas, que mueven las festividades como quieren para no desaprovechar su cuota de días libres. Sin ir más lejos, este año hemos vivido una inusual sequía de días festivos en Francia, pues el uno y el ocho de mayo han caído en domingo... Menos mal que el lunes pasado fue Pentecostés y pudimos disfrutar de un merecido respiro. De todos modos ya estoy pensando en el próximo año, que será más fértil en cuanto a esos días perdidos para el trabajo.

Suelo mantener una sana rencilla con algunos amigos franceses cuando nos disputamos el título de país que menos trabaja. Yo suelo decir que en España no tenemos mes alguno que se parezca a su volátil mayo y ellos sacan a relucir, una vez más, el estereotipo del español holgazán y fiestero, que bebe sangría y no se salta una siesta. Así que, por curiosidad, me he informado para saber quién tiene razón y ver hacia dónde se inclina la balanza del ocio. Francia cuenta con un total de once días festivos por año, mientras que España... tiene catorce y sólo es superada por Finlandia como nación europea con más días libres. Mi habitual lucha contra los prejuicios parece lejos de la victoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario