¿Con
qué soñamos antes de nacer, antes del principio de todo, antes de
tener razones para soñar, cuando el camino todavía no está
trazado, todo queda por decidir y las posibilidades son infinitas?
Hoy hace un mes que cuento con un nuevo morador en mi casa. Como
suelo hacer con mis invitados, mi curiosidad me ha empujado a
preguntarle sobre el camino que le ha llevado hasta aquí, sobre las
dificultades encontradas y las decisiones tomadas. Conozco las
razones de su partida, pero lo más importante se me escapa. Todavía
no ha sido capaz de responder y tampoco he insistido mucho. Después
de todo no es un invitado cualquiera, pues mi casa también es la
suya. Finalmente he decidido escribir lo que necesito saber,
confiando en que algún día lo lea, las palabras se transformen en
imágenes en su cabeza y se junten con esas otras que espero algún
día describa.
Ningún
viaje empieza desde cero y, aunque hayas llegado a mi casa sin maleta
alguna, sé que tu equipaje se halla dentro de ti. A través de tus
gestos y expresiones sin palabras comprendo que hay algo anterior a
cualquier experiencia adquirida. Me pregunto de dónde viene ese
carácter, si arrastras el bagaje de quienes vinieron antes de ti, de
las personas que condicionaron mi camino, pero que se fueron antes de
conocerte. Me pregunto si te encontraste con ellas en el lugar de
donde vienes, te observo atento y comprendo que así fue, que tienes
un mensaje que darme de su parte, aunque todavía sea temprano para
comunicármelo, porque hay que comprender ciertas cosas antes.
Poco
importa que te hable en español, francés o rumano, pues sé que
sólo entiendes el lenguaje del corazón, el que escuchas cuando te
estrecho contra mi pecho y sientes el calor de mi cuerpo. Sé que te
es imposible conversar y por eso te miro a los ojos cada vez que los
abres, esperando que me hables sin palabras y me cuentes los secretos
de la vida, del lugar del que procedes y que sólo tú conoces, donde
se hallan las respuestas a todas las preguntas y dudas que nos
atormentan durante nuestra existencia. Sé que cuando puedas hablar
será demasiado tarde y lo habrás olvidado todo.
Has
llegado a una tierra desconocida para ti. Cuando hayas recuperado las
fuerzas necesarias para cogerme de la mano, te llevaré conmigo a
descubrirla. No te obligaré a hacer nada que no quieras, pero me
esforzaré en mostrarte todos los caminos, pues sólo una visión
global de las cosas te ayudará a decidir y a seguir el sendero que
más se identifique con lo que guardas en tu interior. No
intentaré convencerte de nada a cualquier precio, porque el
sectarismo es la mayor lacra de nuestra sociedad e impide cualquier
tipo de sana convivencia.
Te miro y pienso que tienes mucha suerte. Podrás elegir entre tres
países: España, Francia o Rumanía, pero ¿por qué limitarse cuando
el mundo es tan grande y tiene tanto que ofrecer? Espero que nunca
tengas prejuicios, pues roban el tiempo e impiden ver lo más
importante. Quédate con lo mejor de cada lugar y completa un bagaje
que te acompañará a donde vayas, cuando decidas que ya has pasado
demasiado tiempo en mi casa.
Has
hecho un largo viaje para llegar hasta aquí y por eso pasas la mayor
parte del tiempo durmiendo, cansado por los contratiempos que
encontraste a tu paso. Eres el último eslabón de una cadena tan
larga que es imposible asimilar, así que tendrás que buscar en lo
más profundo de tu memoria genética para hallar las respuestas que
te pido. ¿Dónde estabas mientras esperabas nuestro encuentro,
mientras observabas con paciencia el desarrollo de la cadena de
acontecimientos que te llevaría hasta mí? ¿Estabas seguro de que
algún día nos encontraríamos o te atormentaba pensar que yo
cogiera en algún momento el sendero equivocado que me alejaría de
ti? El camino también ha sido largo para mí. Ahora que te puedo
abrazar comprendo que ha valido la pena, que los momentos de profunda
tristeza, los traspiés y las derrotas acaban siendo compensadas, que
la incertidumbre y las dudas por seguir luchando desaparecen con una
simple sonrisa tuya.
No
lo sabes, pero ríes mientras duermes. Necesito saber con qué
sueñas, si las imágenes que ves en tu cabeza te dicen de dónde
vienes, si te hablan de mí o del resto de personas que ya has
encontrado. No utilizaré más palabras, porque no sirven de mucho.
Por eso te vuelvo a mirar a los ojos e intento hablar en el lenguaje
de la vida, el que todos conocimos y todos olvidamos. Ahora vuelve a
dormirte, pero no olvides contarme lo que sueñes, hijo mío.
Paris, Jardín de las Tullerías, 29/03/2014
A veces el lugar más inesperado se convierte en el espejo que refleja nuestros sueños.
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