domingo, 21 de febrero de 2016

Más allá de los sueños

¿Con qué soñamos antes de nacer, antes del principio de todo, antes de tener razones para soñar, cuando el camino todavía no está trazado, todo queda por decidir y las posibilidades son infinitas? Hoy hace un mes que cuento con un nuevo morador en mi casa. Como suelo hacer con mis invitados, mi curiosidad me ha empujado a preguntarle sobre el camino que le ha llevado hasta aquí, sobre las dificultades encontradas y las decisiones tomadas. Conozco las razones de su partida, pero lo más importante se me escapa. Todavía no ha sido capaz de responder y tampoco he insistido mucho. Después de todo no es un invitado cualquiera, pues mi casa también es la suya. Finalmente he decidido escribir lo que necesito saber, confiando en que algún día lo lea, las palabras se transformen en imágenes en su cabeza y se junten con esas otras que espero algún día describa. 

Ningún viaje empieza desde cero y, aunque hayas llegado a mi casa sin maleta alguna, sé que tu equipaje se halla dentro de ti. A través de tus gestos y expresiones sin palabras comprendo que hay algo anterior a cualquier experiencia adquirida. Me pregunto de dónde viene ese carácter, si arrastras el bagaje de quienes vinieron antes de ti, de las personas que condicionaron mi camino, pero que se fueron antes de conocerte. Me pregunto si te encontraste con ellas en el lugar de donde vienes, te observo atento y comprendo que así fue, que tienes un mensaje que darme de su parte, aunque todavía sea temprano para comunicármelo, porque hay que comprender ciertas cosas antes.

Poco importa que te hable en español, francés o rumano, pues sé que sólo entiendes el lenguaje del corazón, el que escuchas cuando te estrecho contra mi pecho y sientes el calor de mi cuerpo. Sé que te es imposible conversar y por eso te miro a los ojos cada vez que los abres, esperando que me hables sin palabras y me cuentes los secretos de la vida, del lugar del que procedes y que sólo tú conoces, donde se hallan las respuestas a todas las preguntas y dudas que nos atormentan durante nuestra existencia. Sé que cuando puedas hablar será demasiado tarde y lo habrás olvidado todo.

Has llegado a una tierra desconocida para ti. Cuando hayas recuperado las fuerzas necesarias para cogerme de la mano, te llevaré conmigo a descubrirla. No te obligaré a hacer nada que no quieras, pero me esforzaré en mostrarte todos los caminos, pues sólo una visión global de las cosas te ayudará a decidir y a seguir el sendero que más se identifique con lo que guardas en tu interior. No intentaré convencerte de nada a cualquier precio, porque el sectarismo es la mayor lacra de nuestra sociedad e impide cualquier tipo de sana convivencia. Te miro y pienso que tienes mucha suerte. Podrás elegir entre tres países: España, Francia o Rumanía, pero ¿por qué limitarse cuando el mundo es tan grande y tiene tanto que ofrecer? Espero que nunca tengas prejuicios, pues roban el tiempo e impiden ver lo más importante. Quédate con lo mejor de cada lugar y completa un bagaje que te acompañará a donde vayas, cuando decidas que ya has pasado demasiado tiempo en mi casa.

Has hecho un largo viaje para llegar hasta aquí y por eso pasas la mayor parte del tiempo durmiendo, cansado por los contratiempos que encontraste a tu paso. Eres el último eslabón de una cadena tan larga que es imposible asimilar, así que tendrás que buscar en lo más profundo de tu memoria genética para hallar las respuestas que te pido. ¿Dónde estabas mientras esperabas nuestro encuentro, mientras observabas con paciencia el desarrollo de la cadena de acontecimientos que te llevaría hasta mí? ¿Estabas seguro de que algún día nos encontraríamos o te atormentaba pensar que yo cogiera en algún momento el sendero equivocado que me alejaría de ti? El camino también ha sido largo para mí. Ahora que te puedo abrazar comprendo que ha valido la pena, que los momentos de profunda tristeza, los traspiés y las derrotas acaban siendo compensadas, que la incertidumbre y las dudas por seguir luchando desaparecen con una simple sonrisa tuya.

No lo sabes, pero ríes mientras duermes. Necesito saber con qué sueñas, si las imágenes que ves en tu cabeza te dicen de dónde vienes, si te hablan de mí o del resto de personas que ya has encontrado. No utilizaré más palabras, porque no sirven de mucho. Por eso te vuelvo a mirar a los ojos e intento hablar en el lenguaje de la vida, el que todos conocimos y todos olvidamos. Ahora vuelve a dormirte, pero no olvides contarme lo que sueñes, hijo mío.

Paris, Jardín de las Tullerías, 29/03/2014

A veces el lugar más inesperado se convierte en el espejo que refleja nuestros sueños.

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