domingo, 13 de diciembre de 2015

Elegir

Nuestro camino se dibuja por medio de elecciones. Cada una de nuestras decisiones, por pequeñas que puedan parecer, condicionan no sólo el resto de nuestras vidas, sino también el de las personas que nos rodean. Me gustaría pensar que nuestro voto servirá de algo más que para dar de comer a una clase política inútil, desvergonzada, corrupta y únicamente preocupada por conservar su estatus decadente. Han inventado un complejo sistema para impedir que votemos los que estamos fuera, pero he conseguido pasar por encima de sus obstáculos y participaré en las elecciones del 20D. Me gustaría pensar que mi voto no se hundirá en el limbo de las promesas olvidadas, sino que será un pequeño empujón que alimentará un efecto dominó que a estas alturas nadie puede parar.

Recuerdo cuando, de niño, veía la sucesión de políticos que ocupaba la mayor parte del telediario, convencido de que algún día votaría al que creyera más justo. No importaba lo que dijeran, pues se trataba de la repetición de una obra de teatro durante demasiado tiempo ensayada. A mis inocentes ojos no les costó adivinar aquella tendencia que nunca aportaba nada nuevo: ningún partido proponía nada y se limitaban a hablar mal el uno del otro, mientras el espectador se preguntaba qué le importaba ese triste espectáculo. Cuando alcancé la mayoría de edad seguía pensando como aquel crío de once años, pues el sentido común reside en cada uno de nosotros y siempre sale a la luz sin que nadie lo llame. Pensaba que el voto en blanco sería una buena crítica al sistema, pero carecía de consecuencias. Al llegar a Francia a mis amigos gabachos les chocaba mi escepticismo. Me insistían en que votar es un deber cívico y además es la única forma de participar en nuestro gobierno, de mostrar el descontento hacia una subida de impuestos o cualquier otra decisión que influya en nuestra vida diaria. Pensé que tal vez al otro lado de los pirineos las cosas son distintas, los políticos son honrados y se merecen ser elegidos, pero no hay nada más lejos de la realidad.

En el partido de Sarkozy (UMP) la corrupción estaba a la orden del día (aquí también tienen su propio Bárcenas) y el caso más sonado fue la financiación ilegal de la campaña electoral que lo llevó a la presidencia. Su imagen estaba tan degradada que hasta tuvieron que cambiar de nombre ("Les républicains" lo llaman ahora). Por otro lado el actual gobierno socialista ha defraudado a sus electores y ha demostrado ser incapaz de frenar una crisis que ataca cada vez con más fuerza, como prueba una tasa de paro del 10% que supone una vergüenza para el país (cuando en España con el doble de paro el gobierno se felicita y se digna a decir que la crisis es cosa del pasado). En medio de todo este desorden, el Frente Nacional se ha dedicado a recoger a todos los desencantados con un bipartidismo fracasado. Hoy se celebra la segunda vuelta de las elecciones regionales y el país entero tiembla mientras se pregunta hasta dónde llegará este castigo político. Las rancias ideas de la ultraderecha demuestran que el sistema democrático necesita una buena reforma y que de poco sirve elegir cuando al otro lado no hay políticos competentes que ofrezcan confianza en el futuro. Así que vuelvo la mirada a nuestra querida España y el panorama me parece al menos más esperanzador. Nos contentamos con un bipartidismo vencido, pero pasarán muchas generaciones antes de ver saneada nuestra clase política. Aunque el camino es largo, creo que el primer paso ya se ha dado.

Como moraleja de esta historia, al final acabé dando la razón a mis amigos franceses y fui a votar. El 23 de marzo de 2014 participé en mis primeras elecciones francesas para elegir al alcalde de Dijon, donde vivía entonces. Ahora es mi país el que me llama para votar, pero confieso que me fue mucho más fácil hacerlo en Francia. Los que nos fuimos tenemos que darnos de alta en el censo de españoles residentes en el extranjero y mandar una solicitud a nuestra ciudad natal antes del 22 de noviembre, desde donde envían la documentación electoral necesaria (este trámite es presencial y debe hacerse en el consulado, que cierra los fines de semana). Después hay que mandar el voto por correo al consulado para que ellos lo envíen de vuelta a la ciudad natal... Imaginen ahora a todos los que tengan que pedir un día libre en el trabajo para desplazarse, a los que no puedan permitírselo o a los que crean que tienen hasta el 20 de diciembre. En Francia, por ejemplo, es posible el voto por procuración: autorizar a otra persona para que meta nuestro voto en la urna. Fácil, ¿no? Así que uno se pregunta por qué tantos esfuerzos por complicarnos la vida y qué se esconde detrás de todo esto. Nosotros votamos y ellos nos defraudan. Hasta que alguien demuestre lo contrario.

3 comentarios:

  1. Vergüenza me da, toda de la que carecen "nuestros" políticos, decir los años que llevo sin votar. Entiendo tu postura y, ni qué decir tiene, que la comparto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. "La mayor parte de la gente pasa por la vida gastando la mitad de su energía en intentar proteger una dignidad de la que carece", como dijo Raymond Chandler en su recomendable "El largo adiós"

      Eliminar
    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

      Eliminar