domingo, 14 de mayo de 2017

Cansancio

Un buen día nos levantamos, miramos a nuestro alrededor y vemos que estamos hartos de todo. El motivo es una situación que se ha vuelto incómoda con el paso del tiempo o la frustración de vivir en una realidad que no podemos cambiar. Cargamos con una mochila que pesa cada día más y nos obliga a parar en un momento dado. Es la gota que colma el vaso: tras su caída no podemos ver el mundo con los mismos ojos. Intuimos que debemos cambiar algo en nuestras vidas, pero no sabemos exactamente qué o nos resistimos a admitirlo. Es algo que motiva a muchos a hacer las maletas e instalarse, de forma temporal o permanente, en otro país.

Ese cansancio es el motor que hace avanzar el mundo, o nuestra civilización al menos. Nos gustaría creer que cambiamos por el simple hecho de querer mejorar y llegar más lejos, pero casi nunca sucede así. Lo hacemos cuando el hastío nos supera y no nos deja otra elección, cuando la confortable situación en que vivimos se vuelve insostenible. Porque la noción de riesgo inherente a todo cambio es más fácil de soportar cuando nos convencemos de que no hay otra salida. La posibilidad de fracasar se asume entonces sin reparo, pensando, por error, que no podemos ir a peor.

Es fácil encontrar ejemplos de esta forma de actuar. Si echamos mano del arte y de la arquitectura, el mundo en que me muevo habitualmente, vemos que muchos movimientos surgieron como contestación de sus predecesores. Cansados del auge de la industrialización y la producción en serie, el Art Nouveau o el Modernismo se ocuparon de reivindicar el trabajo manual con creaciones únicas y exuberantes. Encontraron en la naturaleza la inspiración que necesitaban para superar la tiranía de la racionalización y la línea recta. Sin olvidar el Impresionismo, que perdió el interés en retratar fielmente la realidad, prefirió dejar ese trabajo a la fotografía y se centró en plasmar un instante determinado de forma libre, olvidándose de reglas impuestas.

Hay muchos más casos que demuestran el carácter cíclico del cansancio. Por mucho que cambiemos, tarde o temprano acabaremos cansándonos y buscando algo nuevo o simplemente distinto. Y así volvemos a situaciones que creíamos haber superado o de las que no aprendimos lo suficiente. No avanzamos de forma lineal y nos empeñamos en contradecir la teoría de la evolución, tomando decisiones que nos acaban perjudicando (aun sabiéndolo) y repitiendo los mismos errores cuando el tiempo los borra de nuestra memoria. Aunque ese tedio que nos obliga a cambiar nos haga retroceder, no hay que olvidar que es un proceso fundamental e inevitable. Cuando falla es porque no somos capaces de aprender de viejos errores y los seguimos viendo como una posibilidad interesante.

Emigrar es una difícil decisión motivada muchas veces por el cansancio. Aparece como la única opción ante un complicado contexto político o económico, ante una situación profesional o personal difícil de aguantar. Y, como cualquier elección, no es sinónimo de éxito. Puede suponer un remedio a corto plazo, una bocanada de aire fresco que nos muestre posibilidades que nunca habíamos considerado. Pero al final acaba enseñándonos que en todos sitios cuecen habas: si los problemas de los que huimos no existen en ese nuevo lugar, aparecerán otros equivalentes.


Cuando me vine a Francia, estaba cansado de unos políticos que habían hecho mal su trabajo y habían dilapidado el futuro de los españoles. Hace un año tuvimos la oportunidad de expresar nuestro malestar y cambiar. Sin embargo, nuestros políticos no estuvieron a la altura de las circunstancias, vivimos una penosa situación de bloqueo y nos conformamos con "lo malo conocido". Ahora Francia se enfrenta a una encrucijada similar, aunque con diferentes resultados. Hoy toma posesión un presidente que, supuestamente, ha acabado con el bipartidismo. Los franceses han osado y han castigado en las urnas a los partidos que dejaron al país en una delicada posición. Pero los titulares hablan más de una derrota de la ultraderecha que de un futuro esperanzador. Evitar el "mal mayor" no significa que haya soluciones para los verdaderos problemas. Y eso es lo más preocupante, porque demuestra que poco importa el lugar en que nos encontremos si no sabemos cambiar sin aprender de nuestros errores.

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