Hay algo de locura en nuestro interior cuando tomamos la
definitiva decisión de emigrar y trabajar en el extranjero. Hay algo atrevido, un
instinto de supervivencia que se despierta en nosotros antes de que sea
demasiado tarde para actuar. Hay algo imprudente que nos hace obviar las
consecuencias de una elección sin vuelta atrás. Hay algo irracional, una
sensación inexplicable que nos fulmina y nos empuja a ir hacia delante. Hay
algo salvaje en nuestra forma de buscar una ideal libertad.
Es un sentimiento que la estupenda canción de Amaral describe
a la perfección, como un jarro de agua fría que pone las cosas en su sitio y
nos hace ver la realidad tal y como es. La letra no tiene desperdicio, me
identifico con cada una de sus palabras y todo expatriado podría afirmar lo
mismo. Dice a gritos lo que a veces nos cuesta reconocer, lo que removió
nuestras entrañas durante una época convulsa de nuestras vidas: una sensación
que cualquiera ha experimentado en un momento dado. Cuenta verdades como puños,
de ésas que nos vapulean con su rotundidad, van directas al corazón y nos dejan
la piel de gallina cuando acaban atravesándolo.
El tema habla de una decisión irrevocable, la de quien
elige ir a lo desconocido aun sabiendo que es el camino más difícil. La
protagonista de la historia es consciente de que nadie le va a regalar nada y deberá
pelear cada día, pero sigue adelante porque su realidad le resulta insoportable.
Asume que es un paso inevitable, necesario para demostrarse a sí misma (y a los
demás) de lo que es capaz. Es un momento de reafirmación personal y de asunción
de riesgos: significa reconocer que el fracaso es una posibilidad más. Cuando
la canción termina, nos invade una sensación de desasosiego, porque el final de
la historia no está escrito y la incertidumbre tiene un rol importante.
Esas son las reglas que todo emigrante acepta al salir de
su país, cuando decide jugar a una ruleta rusa de imprevisibles consecuencias. Muchos
no soportan ese riesgo, otros no podemos vivir sin él. Emigrantes o no, todos
tenemos un lado salvaje. Unos lo muestran de forma voluntaria, otros sólo lo
sacan cuando una situación límite les obliga a ello. Algunos no saben que lo
tienen y a muchos les gustaría hacerle caso más a menudo. Que la sociedad nos
haya domesticado con innumerables métodos no significa que no queramos salir de
vez en cuando a tomar el aire y sentir que estamos vivos, que podemos decidir
por nosotros mismos aunque sea para echarnos una soga al cuello. Optar por la
huida supone el primer paso de una interminable aventura, pero no hay que
olvidar que es el fruto de una elección y quedarse en el punto de partida es
una posibilidad a considerar.
“Cada día era un regalo, libre de sol a sol”. La voz de
Eva Amaral suena enérgica, cual grito de guerra, y transmite más que nunca
antes. Tiene la fuerza de quien se mueve gracias a una convicción
inquebrantable. “Cada golpe que le dieron era una cuenta atrás”. Habla alto y
claro, tomando el tiempo necesario para pronunciar cada letra y asegurarse de
que llega al oyente sin confusión alguna. “Ha elegido caminar…” La música pasa
a un segundo plano e incluso desaparece al final del estribillo, consciente del
poder del mensaje. “Hacia lo salvaje”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario